Cuando amaneció, sin que Sucre lo supiera, los centinelas
posicionados cerca de Quito avistaron a las tropas patriotas ascendiendo
por las laderas del Pichincha. Aymerich, entonces consciente de la
intención de Sucre de flanquearlo por medio del ascenso al volcán,
ordenó a su ejército de 1.894 hombres ascender la montaña lo más pronto
posible, para enfrentar ahí a Sucre. Al haberse encontrado en un campo de batalla
tan improbable, los dos comandantes no tuvieron otra opción más que
enviar gradualmente sus tropas a la batalla. Existía poco espacio para
maniobrar en las empinadas laderas del Pichincha, entre profundos
barrancos y densos matorrales.
Los hombres del Paya, tras recuperarse de la conmoción inicial, se
reposicionaron bajo el fuego enemigo, esperando la llegada del batallón
Trujillo. El sobresaltado Sucre, sólo esperando que los españoles estén
más cansados que sus propias tropas, envió al batallón Yaguachi,
conformado por ecuatorianos. El batallón Alto Magdalena trató de hacer
un movimiento de flanqueo, pero sin éxito, pues el terreno no se lo
permitió. Pronto, los batallones Paya, Trujillo y Yaguachi (batallones
patriotas), sufriendo muchas bajas y con pocas municiones, comenzaron a
replegarse.
Para entonces el destino de la batalla para los Patriotas parecía
depender del Albión, que transportaba las municiones tan necesitadas; y
sin embargo se desconocía su paradero. A medida que el tiempo pasaba,
los Realistas parecían ganar el control de la batalla. El Trujillo fue
obligado a retroceder, mientras que el batallón peruano Piura se
dispersó antes de enfrentar al enemigo. En medio de la desesperación, a
los hombres de reserva del batallón Paya se les ordenó cargar contra el
enemigo con sus bayonetas. Ambos bandos sufrieron grandes bajas, pero la
situación más o menos se estabilizó para los Patriotas. A pesar de
esto, Aymerich, como parte de su estrategia, durante el ascenso al
Pichincha separó de su fuerza principal al batallón Aragón, ordenándole
avanzar hasta la cúspide del volcán, para así luego atacar a los
Patriotas por la retaguarda, rompiendo sus líneas en el momento
indicado.18 El Aragón era el mejor batallón del ejército realista; estaba conformado por veteranos españoles que habían actuado tanto en Guerra de la Independencia Española como en otras batallas en América del Sur, y en ese momento se hallaba sobre los Patriotas y listo para atacar.
Afortunadamente para los Patriotas, cuando el Aragón estaba por
cargar sobre la alicaída línea Patriota, fue detenido en seco por el
Albión, que entró inesperadamente en la batalla. Resulta que el Albión
consiguió avanzar a una posición más alta que la de los españoles.
Pronto, el Magdalena se unió a la batalla, y el Aragón tras sufrir
fuertes bajas, se desintegró. Entonces el Magdalena avanzó hasta la
línea Patriota para reemplazar al Paya, y cargó contra la línea
Realista, que terminó por romperse.
La Capitulación de Pichincha
A las doce del día bajo un sol resplandeciente, los soldados de la
libertad en la cima del Pichincha a más de 3000 metros de altura dieron
el grito de victoria. La victoria fue de Sucre, la cual fue completada
con la capitulación que el jefe patriota concedió al Mariscal Aymerich
el 25 de mayo del mismo año. Con las operaciones cuyas acciones finales se produjeron en las faldas del Pichincha y en la ciudad de Quito, Sucre decidió a su favor la vacilante y delicada situación de Guayaquil; dio libertad al territorio que conforma hoy la República de Ecuador, y facilitó su incorporación a la Gran Colombia. El 18 de junio de ese año, Bolivar
le asciende a general de división y lo nombra intendente del
departamento de Quito. Al frente de los destinos de Ecuador desarrolla
una positiva obra de progreso: funda la Corte de Justicia de Cuenca
y en Quito el primer periódico republicano de la época: El Monitor.
Instala en esa ciudad la Sociedad Económica. De su actividad personal es
buena prueba que, el 6 de septiembre
de 1822 expidió y firmó en Quito 52 comunicaciones. Interesado por la
educación se puede afirmar que halló en Cuenca 7 escuelas y dejó 20.
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